Una auténtica joya arquitectónica del siglo XVI que nos llama la atención por sus distinguidas y nobles artes decorativas textiles, como son sus alfombras, reposteros, tapices y cortinas. Con un marcado estilo neoclásico que ha sufrido diferentes reformas desde el año 1820, tanto en su interior como en la fachada, está asentado en el antiguo Colegio de la Encarnación, de religiosos agustinos calzados también llamado Colegio de doña María de Aragón (parte del complejo del Real Monasterio de la Encarnación).
Estilo neoclásico con un interior simplista en su justa medida, donde no alcanza niveles de modernismo notorio, pero tampoco sin acercarse mucho al barroco. Nos referimos a un minimalismo acogedor, eso sí, compatible con ciertos elementos como son las cortinas y moquetas que le dan vida a cada rincón.
En las fotos tomadas durante la visita al Senado, podíamos observar el desgaste de años y años de sus superficies más utilizadas, como son el pasillo de butacas, pasamanos de madera y moquetas. Es lógico, los materiales tienen un martindale limitado en el tiempo y con un uso frecuente y continuado llegan a desgastarse.
Sobre el convento, el arquitecto Antonio Prat diseña y construye sobre la antigua planta rectangular de la iglesia en un espacio circoagonal, con dos grupos de bancos enfrentados en la parte central, dejando la cabecera para presidencia y oradores.
El mobiliario que llena las estancias aledañas a la gran sala de debates, se caracteriza por una mezcla de detalles que refleja claramente la influencia del estilo griego y el sur de Italia. En sus butacas y bancos, se utilizan líneas sencillas y formas proporcionadas.
Los tapizados de butacas y bancos, destacan por sus tonalidades rojas, siendo fiel al estilo neoclásico que utiliza tonos llamativos como el rojo, el morado y el dorado.
El salón de los Pasos Perdidos incorpora estatuas de mármol o piedra, jarrones de estilo griego o romano o tejidos con estampado de esas tendencias, siendo una sala multifuncional donde se pueden colocar sillas plegables. Las butacas que presiden la mesa tienen un ligero toque isabelino en sus molduras.
Sus paredes bien enteladas, están ricamente ornamentadas con tejidos aterciopelados que aún conservan sus estampados.