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Tener valores cuantificables hoy día es la mejor vacuna para prevenir la deshumanización.

No podemos confundir ni mucho menos comparar el teatro alternativo o amateur con determinadas puestas en escenas propias de un carnaval. Ahora que se empieza a levantar las restricciones, son muchos los teatros y pequeñas salas las que levantan sus telones rojos poniendo a la venta entradas con unos precios muy asequibles.

Es cierto que el valor de caché de los actores, su trayectoria y la obra representada será la que determinará el precio de las entradas, por eso cuando vemos precios de 6 ó 10€, ya podemos tener una idea del nivel que podemos esperar.

Pocos sentimientos pueden resultar tan invalidantes en una persona como la vergüenza, sobre todo cuando se compran unas entradas para ver un supuesto espectáculo de cabaret y tras un maquillaje y disfraz espera uno encontrar al menos alguna señal de cultura. Al menos un poco de dignidad cuando los actores transformistas lo único que hacen es hablar de manera obscena sin articular una frase con un mínimo de profundidad. Todo lo que basan su actuación es en pura perversión para reivindicar una supuesta identidad.

Francamente, estamos viviendo momentos donde la singularidad gana terreno a la transcendencia de los valores humanos y la cultura, propiciado por la necesidad de consumirlo todo de inmediato y de vivir el puro placer sin razones.

El teatro desinhibe y recrea situaciones donde podemos vernos reflejados en determinados momentos, en ocasiones sin cortapisas ni tabúes, abriendo el campo de los valores y de la moral. Pero en esta sociedad cada vez más abierta y global, el pensamiento hace que la tolerancia y la libertad de expresión sobrepasen  las líneas rojas de muchos valores. Entonces, ¿qué respeto hay a esos valores, si se borran esas líneas rojas?.

La innegociable autenticidad del teatro pasa por crear un valor tácito, percibir los mensajes ocultos que sus actores envían al borde del escenario para demostrar su monumentalidad es su razón de ser.

Porque si no transciende o profundiza el mensaje, ¿de qué sirve el teatro?, ¿se quedará la escena huérfana de cultura? o nos acostumbraremos a levantar el telón rojo para justificar el libertinaje… Verdaderamente esperemos que el buen teatro vuelva lo antes posible aunque sea tímidamente para hacernos un inventario a todos de nuestra consciencia y así poder cuantificar los valores que en muchos casos han quedado dañados tras esta larga pandemia.