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Son muchas las representaciones que ha tenido siempre el vino en el teatro a lo largo de la historia, desde la época griega y romana hasta pasar por la época dorada del siglo de oro, abanderando este preciado líquido por la tierra de La Mancha. Numerosas obras de teatro han representado fielmente la cultura de esta tierra que tanto ha dado y sigue ofreciendo en los principales escenarios de teatros y auditorios.

Ciudades como Valdepeñas, Albacete, Cuenca o Ciudad Real han demostrado siempre esa solera no solo para el paladar, sino también en muchos de sus obras de teatros su cultura ha impregnado de virtudes y la razón por las cuales muchas historias han tenido un nexo de unión.

Obras de teatros como El Lazarillo de Tormes, Don Quijote de la Mancha, La Celestina o más cercana la adaptación tan magistral que representó Fernando Fernán Gómez en «El Pícaro», donde el vino y como no el queso, tenían siempre un papel preponderante. La novela picaresca del siglo XVII tiene en el vino la seña de identidad cultural de muchos pueblos de La Mancha.

Acompañando en este género literario satírico se representan innumerables escenas que han llenado las butacas de muchos teatros y que han plasmado fielmente la naturaleza de esta tierra. Incluso teniendo presencia en ferias vitivinícolas con catas teatralizadas o acompañando a «cantaores» y «bailaores» flamencos para remojar sus gargantas mientras expresan el sentir más hondo.

Con esta idea nace también el «pop up teatro» o microteatro, la teatralización de diferentes actividades como por ejemplo en bodegas de Valdepeñas y otras ciudades con tradición bodeguera o la recreación teatralizada de una vendimia que cuentan las historias de sus personajes. En estos casos las butacas se transforman en sillas improvisadas con un público reducido o sencillamente observan cómo unos actores cuentan con poesía y canciones juglarescas las bondades del vino.

Otra ciudad manchega tradicionalmente muy vinculada al vino es Manzanares, que gracias a sus jornadas medievales organizan cada año puestas de escenas representando un mercado popular renacentista, pasacalles, teatro, música, rememoraciones de carácter histórico con la actuación de juglares,  danzantes y  puesta en escena de pequeñas representaciones teatrales.

Este tipo de representaciones recuerdan a los escenarios que representaban la picaresca, bodegas y mesones caracterizados por el aroma a vino, queso, pan y unas buenas viandas que eran servidas por la figura del ventero o del mesonero que regentaban ventas y posadas  formado parte de la obras dramáticas durante el Siglo de Oro, historias que para autores como Lope de Vega ponían énfasis en la trama como escenario principal.