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En un recorrido por muchos teatros de España hemos podido observar en estos últimos años como poco a poco muchos de ellos se han ido transformando en espectáculos mucho más elaborados, sustituyendo los viejos cortinajes de teatro por otros nuevos mucho más tecnológicos, que incluyen efectos especiales, actuando como fondos de decorados virtuales que llegan a dar una imagen más dinámica y realista a las obras.

Ejemplos como estos y el uso generalizado de escenografías digitales que combinan sonido e iluminación son los que se están utilizando en aquellos teatros dedicados exclusivamente a la exhibición para presentar adecuadamente los espectáculos y otras actividades que presentan en sus salas u otros espacios. En dicho caso, el éxito de las tareas de producción está ligado con la posibilidad de contar con unos recursos humanos bien formados y aquellos de naturaleza técnica, pero sobre todo con la actitud más o menos activa que tome su dirección para dar el salto tecnológico o al menos combinar las viejas infraestructuras con la vanguardia.

Parafraseando a Federico García Lorca, «el teatro es uno de los medios de comunicación y expresión que mejor marca y define la grandeza o decadencia de su cultura. Un teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al vodevil, puede cambiar en pocos años la sensibilidad de un pueblo; y un teatro destrozado, donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar y adormecer a una ciudad entera».

Afortunadamente tenemos aún teatros tradicionales que siguen representando aún obras clásicas que van desde Lope de Vega hasta Shakespeare apoyados por las nuevas tecnologías y una buena dotación presupuestaria. Teatros como el Lope de Vega o el Teatro Real siguen llenando sus patios de butacas, porque se apoyan en la “capacidad tanto de infraestructura, técnica como presupuestaria” que es mucho mayor en los teatros tradicionales que en las nuevas salas. El Teatro Lope de Vega, El Español o El Teatro Real siguen estando llenos, gracias a que pueden producir obras de una manera más sofisticada.

Con la crisis económica muchos teatros han cerrado sus puertas, afectando de manera extraordinaria al sector cultural, ha sido clave para que los responsables de la sala hayan optado por clausurar definitivamente salas que han tenido un renombre a lo largo de este último siglo.

Muchas de estas salas ante la incapacidad para encontrar inversores o patrocinadores puntuales para determinados proyectos culturales, acaban por subastar sus instalaciones, acabando en muchos casos por ser completamente desmantelados y vendidas sus butacas y cortinajes como material de segunda mano.

Ante la falta de recursos, la imaginación es la única receta para la conversión de algunas pequeñas salas, donde muchas encuentran su supervivencia gracias a actividades extras, como aulas de formación, alquiler de escenarios o la utilización como salas de conferencias.