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Todos hemos visto alguna vez alguna película en el cine donde se desarrollan escenas críticas o cómicas dentro de un ascensor o elevador y es que en un espacio tan pequeño como en un elevador las personas hacemos cosas extrañas. Una de las cuestiones claves es el contacto físico que puede existir y es un hecho que hay personas que no soportan el que otras ni si quiera les rocen. En cambio hay otras personas que no les importa el contacto físico porque prácticamente acaparan cualquier espacio sin respetar un mínimo de distancia o espacio vital, aunque a veces en algunos ascensores no se puede evitar cuando acceden tantas personas cierto contacto físico. Lo cierto es que hay personas que se sienten incómodas en este tipo de lugares, pero imaginemos por un momento si uno de estos elevadores se avería por un apagón de luz, desde luego es una situación más que incómoda e incluso podría causar hasta claustrofobia en personas que ni siquiera lo sabían.

En el cine se viven estas escenas que pueden llegar a ser mucho más acentuadas y magnificadas, porque si lo pensamos bien no somos conscientes del estrés que esto puede llegar a causar hasta que vivimos una catarsis de una de estas escenas. Valga un ejemplo las angustiosas horas que pasó José Luis López Vázquez en la película «La Cabina», un mediometraje protagonizado íntegramente por el actor español y que se produjo en el año 1972 por el director de cine Antonio Mercero. Es un caso extremo recreado desde la ficción, pero que demuestra el grado de desesperación de las personas cuando se sienten encerradas en un lugar pequeño durante muchas horas. Pero afortunadamente en la vida real esto ya no puede sucedes puesto que las cabinas de teléfonos tal y como las conocíamos han desaparecido de las vías públicas.

En las películas de acción no hay escenas que se libren de los ascensores-elevadores, ya sean de personas o destinados a montacargas, una característica común que podemos observar en muchas de estas escenas es la de encontrar en el techo de los ascensores una trampilla, por la cual escapan los personajes, son sin duda ideas que los directores ponen en práctica de manera imaginaria, pues en la realidad no encontramos estas trampillas en los ascensores que habitualmente usamos en la vida diaria.

Otra cuestión que si queremos comentar y sí que es coincidente tanto en la vida real como en el cine es la falta de ventilación de estos ascensores-elevadores. Realmente no se ven ascensores que dispongan de un pequeño ventilador integrado que funcione en caso de emergencia para suministrar un poco de aire y oxigeno ante una avería, siempre vemos este patrón de forma habitual en cualquier película cuando sus ocupantes empiezan a sentir calor y se despojan de sus ropas por la falta de aire.

Como ejemplos típicos de escenas clásicas del cine en ascensores-elevadores están aquellas en las que se abren sus puertas y aparece su interior bañado de sangre o restos humanos, o en aquellas en las que uno de los personajes queda decapitado de forma cruenta. Pero también están las escenas divertidas en donde un grupo de personas acaban saliendo con la nariz tapada por alguna flatulencia de alguno de sus ocupantes.


Pero existe otra forma de claustrofobia y es la social, a pesar de que estamos continuamente rodeados en lugares públicos por personas, éstas no dejan de ser extraños para unos y otros, incluso hay personas que sienten soledad entre tanta multitud y otras se sienten intimidadas por tanta presión y acaban agobiadas frente a las aglomeraciones, así que imaginemos a estas personas que no aguantan multitudes encerrados en un ascensor-elevador durante horas.